sábado, 16 de febrero de 2008

El cholo y un replanteo



Esas cabezas gachas que más de una vez se vieron en el Monumental, y que se repitieron, de local o visitante, ante rivales como Caracas, Cienciano, Arsenal y otros, volvieron a darse ante Universidad de San Martín de Porres. Y ya no sorprenden.

Se dan ahora con Diego Simeone como entrenador, y se dieron con Reinaldo Merlo o con Daniel Passarella no hace tanto. Con algunos cambios de nombres, pero con la misma esencia. Nada de reacción. Nada de impronta. Todo esquematizado. Y entonces River no sale de su apatía. Y entonces, el ignoto San Martín -que nació hace apenas cuatro años, que no tiene hinchas propios, y que regala entradas y nuevas oportunidades para hacer exámenes recuperatorios con tal de que alguno más se acerque al estadio- le hace pasar un papelón futbolístico por donde se lo mire. Uno más...

No hubo reacción desde el juego y no hubo ningún tipo de modificación desde el banco. Se notó en los jugadores y en el entrenador. Y Simeone, quien alguna vez se caracterizó en Estudiantes por meter variantes explosivas que modificaron desarrollos de partidos y resultados, no metió la mano que tenía que meter. Porque la sensación reinante en el Monumental de Perú, el miércoles, era que Ariel Ortega debía salir. Y el Burrito siguió todo el partido. Sonó a que el Cholo no se animó a tocar al ídolo. Quizás ahora deba hacerlo...

Todo mientras River hoy tiene el recuerdo latente de la eliminación de la Copa Libertadores pasada en primera ronda. Y hasta que no se acabe esta versión 2008 nadie se la sacará de encima. Porque esa guillotina todavía molesta y hasta lastima.

Las caras largas de todo el plantel no contrastaron en nada con la de Diego Simeone. El DT estaba loco en el vestuario visitante, después del partido, y casi que abatido más tarde en el hotel. En el vestuario, caminaba ida y vuelta, con la mirada al piso, en el largo y angosto camarín. No habló con nadie. No levantó la mirada del suelo. En el hotel, se sentó en uno de los sillones del lobby y esperó la hora de salir al aeropuerto con cara de pocos amigos.

Los jugadores anduvieron por el mismo camino. La derrota dolió sobre todo porque nadie la es peraba y por estas horas, seguramente, habrá un gran replanteo interno. La sensación en los pasillos del Monumental, ayer a la tarde, fue que la decisión del técnico de haberles dado libre ayer fue acertada. Nadie estaba de ánimo. Pero ese replanteo debería ocurrir ya. De inmediato.

River no jugó mucho mejor ante la Universidad de San Martín de Porres que contra Gimnasia de Jujuy, el domingo. La diferencia fue que, frente a los jujeños, Matías Abelairas embocó un tiro libre y que Sebastián Abreu, el miércoles, no pudo hacerlo pese a las cinco oportunidades de gol que tuvo, o que creó, porque casi ninguna fue por jugadas colectivas de River sino por guapeadas del uruguayo.

Hoy a River le duele todo. Y Simeone deberá tomas decisiones ya, para que la historia del año pasado no se repita. Este River repleto de jefes necesita más indios, más sacrificios. Si no se dan cuenta rápido, la foto de las cabezas gachas se va a repetir. Y bastante seguido.

Cholo Simeone

Cholo Simeone

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